11/22/2022
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Cuando las mujeres se excitan sexualmente, el útero empieza a latir como un corazón, pero un poco más lentamente.
Impulsado por la emoción erótica, palpita como una ameba que se contrae y que se expande, como lo hace el cuerpo de una rana al respirar. Justamente, los Taironas -indígenas de Colombia- representan el útero como una rana.
Durante 5 milenios fue el útero y no el corazón el símbolo del amor y de la vida. Y sabemos por la Medicina Tradicional China, que existe una conexión directa entre el corazón y esta entraña curiosa.
El útero, además, tiene conexiones nerviosas con el neocórtex y con el sistema nervioso voluntario. Por lo tanto, cuando la mujer recupera la unidad psicosomática útero-consciencia, puede consciente o semi-inconscientemente, acompañar ese movimiento ampliando la ola de placer, de tal manera que puede vivenciar su sexualidad de forma expandida, sana y continuada.
Lo que sucede habitualmente, es que cuando la niña llega a la adolescencia -debido a la represión de su naturaleza, miliar y social-, tiene el útero tan rígido y contraído, que la mínima apertura del cérvix uterino para dejar salir la menstruación, produce dolor.
Pero el útero es recuperable, y sabemos de jóvenes con dismenorreas, que al adquirir conciencia de su útero, visualizándolo, sintiéndolo y relajándolo, han normalizado sus ciclos.
Tomar conciencia del útero, visualizarlo, sentirlo y relajarlo puede lograr mejores y más satisfactorios resultados que las saldevas. Para recuperar la sensibilidad uterina la primera cosa que hay que hacer es explicar a nuestras hijas desde pequeñas que tienen un útero, para qué sirve y cómo funciona. Explicarles que cuando se llenan de emoción y de amor, su útero palpita de placer. Tenemos que recuperar con ellas las verdaderas danzas del vientre, para que cuando lleguen a la adolescencia no tengan reglas dolorosas, sino que se sientan en ese estado especial de bienestar.
Hay que recuperar la transmisión por vía oral de la verdadera sabiduría, de una sabiduría hecha de experiencia, complicidad y empatía visceral; es decir, una sabiduría gaiática, que se comunica por abajo, al margen de las relaciones de Autoridad, que fluye con la sinfonía de la vida, que se derrama con el deseo, que sabe sin saber que sabe prácticamente todo acerca de la condición femenina escondida en el Hades, y reconoce lo que es bueno y lo que es malo para la vida humana.
Las mujeres tenemos que contarnos muchas cosas. De mujer a mujer, de mujer a niña, de madre a hija, de vientre a vientre.
Casilda Rodríguez Busto